sábado, 29 de octubre de 2011
Margin Call (J.C. Chandor, 2011): carnaza para los tiburones
¿De qué hablo hoy? De lo que me apetece por razones obvias –la cumbre iberoamericana en Asunción (Paraguay)- o de lo que me preocupa, también por razones obvias (la alta cifra de desempleo español). Quizá lo mejor sea, como siempre hago cuando dudo, recurrir a la miscelánea.
Ayer fui a una de las universidades en las que estudié para retirar un certificado. Como siempre, o casi siempre, me encontré con viejos amigos. Entre ellos, el librero. También como casi siempre, caí en la tentación y compré un librito, no muy grueso, no muy caro, pero muy insistente pues a medida que lo hojeaba, él me iba lanzando rápidos reclamos, incluso tímidos motivos, para poseerlo.
La ingeniería es humana llevaba por título y la importancia del fallo en el éxito del diseño, por subtítulo. El autor, Henry Petroski. La tesis: no falla el que repite sino el que innova, el que arriesga. En su obra, Petroski intenta demostrar que construir más allá de lo probado y emplear materiales nunca utilizados no tiene por qué conducir necesariamente al fracaso. Proyectar es, en esencia, evitar el fallo. A lo largo del libro se analizan algunos de los fallos más relevantes de la historia de la ingeniería (el derrumbe de las pasarelas del hotel Hyatt de Kansas City, el Puente de Tacoma Narrows, los accidentes del DC 10 o el Comet). Nadie quiere aprender a base de errores, pero de los éxitos no podemos extraer conclusiones que nos permitan ir más allá. Como sostiene Petroski, el éxito es grandioso, pero la decepción nos enseña más.
Las sucesivas cumbres iberoamericas son la historia de sucesivos fracasos. La última, por hoy, apenas ha reunido a 10 (menos de la mitad), de los 21 jefes de Estado invitados. No han estado allí los mandatarios de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Venezuela ni Uruguay. Vaya birria de cumbre. España, eso sí, ha mandado, quizá para despedirse al menos de la mitad de sus colegas, al actual presidente y, por supuesto, a nuestro rey (para quien sea español, claro), quien a petición del secretario general iberoamericano, ha intentado en los últimos días persuadir a varios de sus homólogos para que acudieran. La presidente de Argentina, por poner solo un ejemplo, se ha excusado aduciendo el primer aniversario de la muerte de su marido.
La lectura es evidente, América Latina ya no mira Europa, y hace bien. Otra cosa es lo que debamos opinar los “gallegos” por el único motivo de nuestro nacimiento. Porque si utilizamos otras varas de medir, nosotros, quizá tampoco debamos mirar hacia la parte superior de este viejo continente. El caso es que unas veces por una cosa y otra por otra, los países de habla ibérica (español y portugués) quizá algún día aprendamos a mirarnos en bloque frente a otros alineados. Ojalá ocurra algún día.
Ayer fui al cine. Vi una película magnífica, Margin Call (J.C. Chandor, EE.UU., 2011). Faltan 24 horas para que estalle la crisis financiera mundial de 2008 y Peter Sullivan, ingeniero, un joven analista de riesgos en un banco de inversiones de Nueva York, descubre que su empresa está al borde de la quiebra. A la pregunta de sus superiores sobre su formación, responde que es ingeniero aeronáutico. Todos le miran con perplejidad:
Todo se reduce a sumar o restar, y esto está por el momento, mejor pagado.
Así que nos pongámonos a operar y démonos cuenta de la crueldad de una cifra absoluta: ayer España alcanzó la cifra de 4.978.300 personas desempleadas. La cifra, a quien no sea español, no le dice gran cosa, casi cinco millones en el mejor de los casos. Seguramente otros países más grandes compartan un valor absoluto similar.
Me he tomado la molestia de bucear un ratito en los datos más actuales de población del instituto nacional de estadística. En España viven 40.847.371 personas de las cuales, 6.379.748 tienen menos de 16 años (edad mínima para trabajar) y 6.958.536 más de 65 (edad actual de jubilación). En consecuencia estarían en edad de trabajar, con matices pero estarían, 27.509.087, de los cuales un 13’10%, 3.603.690, nunca llegarán a trabajar (en su mayoría mujeres dedicadas al cuidado de sus hijos o de su hogar, pero también personas sin posibilidad de trabajo, desarraigados, marginados, enfermos congénitos). Quedan 23.905.396, de los cuales siguen estudiando hasta incorporarse al mercado laboral el 84% de los jóvenes de 16 años, el 75% de los de 17, el 64% de los de 18, 55% de los de 19 años, 49% de 20 años, 43% de 21 años, 36% de 22 años, 31% de 23 años, 25% de 24, 21% de 25, 15% de 26 años, 14% de 27 y el 13% de los de 28 y 29 años de edad. A partir de aquí consideramos ya que toda la población española se incorpora a la encuesta de población activa. Haciendo las correspondientes operaciones, resultaría una cifra de estudiantes con dedicación exclusiva de 3.057.562.
Es decir, 4.978.300 personas de las 20.847.834 que deben, quieren o necesitan trabajar, no pueden hacerlo hoy en España. En consecuencia, colocados en fila los españoles en edad y situación de trabajar para reclamar su correspondiente “derecho al trabajo” recogido en nuestra constitución (y teniendo en cuenta que las personas no se pueden “dividir” en fracciones de personas) resultaría que 1 de cada 4 españoles (ciudadanos y/o residentes), hoy en España, no puede hacerlo.
Mirad a vuestros vecinos, a la gente con la que os cruzáis por la calle, a las personas que esperan el autobús o el metro, a las que corren, a las que gritan, a las que el próximo 20 de noviembre vayan a votar y llegad a esta conclusión: una de cada cuatro, no tiene hoy en España, trabajo ni posibilidad física de trabajar.
No es extraño que América Latina ya no mire a la vieja Europa.
Por cierto, la interpretación de Jeremy Irons, el gran jefe del tinglao en Margin Call, es espeluznante por lo verídico del guion y la puesta en escena. El director explica así su película:
Creo que mucha gente se ha preguntado por qué conocía este sector de las finanzas si no había trabajado en él. Mi padre trabajó casi 40 años en Merrill Lynch así que estaba al corriente de ese mundo y, lo que es más importante, sabía muy bien qué cosas y qué personas les preocupaban más a las financieras.
Luis Cercós (LC-Architects)
Madrid – París – Buenos Aires, y cada vez más cerca de Buenos Aires.
Ayer fui a una de las universidades en las que estudié para retirar un certificado. Como siempre, o casi siempre, me encontré con viejos amigos. Entre ellos, el librero. También como casi siempre, caí en la tentación y compré un librito, no muy grueso, no muy caro, pero muy insistente pues a medida que lo hojeaba, él me iba lanzando rápidos reclamos, incluso tímidos motivos, para poseerlo.
La ingeniería es humana llevaba por título y la importancia del fallo en el éxito del diseño, por subtítulo. El autor, Henry Petroski. La tesis: no falla el que repite sino el que innova, el que arriesga. En su obra, Petroski intenta demostrar que construir más allá de lo probado y emplear materiales nunca utilizados no tiene por qué conducir necesariamente al fracaso. Proyectar es, en esencia, evitar el fallo. A lo largo del libro se analizan algunos de los fallos más relevantes de la historia de la ingeniería (el derrumbe de las pasarelas del hotel Hyatt de Kansas City, el Puente de Tacoma Narrows, los accidentes del DC 10 o el Comet). Nadie quiere aprender a base de errores, pero de los éxitos no podemos extraer conclusiones que nos permitan ir más allá. Como sostiene Petroski, el éxito es grandioso, pero la decepción nos enseña más.
Las sucesivas cumbres iberoamericas son la historia de sucesivos fracasos. La última, por hoy, apenas ha reunido a 10 (menos de la mitad), de los 21 jefes de Estado invitados. No han estado allí los mandatarios de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Venezuela ni Uruguay. Vaya birria de cumbre. España, eso sí, ha mandado, quizá para despedirse al menos de la mitad de sus colegas, al actual presidente y, por supuesto, a nuestro rey (para quien sea español, claro), quien a petición del secretario general iberoamericano, ha intentado en los últimos días persuadir a varios de sus homólogos para que acudieran. La presidente de Argentina, por poner solo un ejemplo, se ha excusado aduciendo el primer aniversario de la muerte de su marido.
La lectura es evidente, América Latina ya no mira Europa, y hace bien. Otra cosa es lo que debamos opinar los “gallegos” por el único motivo de nuestro nacimiento. Porque si utilizamos otras varas de medir, nosotros, quizá tampoco debamos mirar hacia la parte superior de este viejo continente. El caso es que unas veces por una cosa y otra por otra, los países de habla ibérica (español y portugués) quizá algún día aprendamos a mirarnos en bloque frente a otros alineados. Ojalá ocurra algún día.
Ayer fui al cine. Vi una película magnífica, Margin Call (J.C. Chandor, EE.UU., 2011). Faltan 24 horas para que estalle la crisis financiera mundial de 2008 y Peter Sullivan, ingeniero, un joven analista de riesgos en un banco de inversiones de Nueva York, descubre que su empresa está al borde de la quiebra. A la pregunta de sus superiores sobre su formación, responde que es ingeniero aeronáutico. Todos le miran con perplejidad:
Todo se reduce a sumar o restar, y esto está por el momento, mejor pagado.
Así que nos pongámonos a operar y démonos cuenta de la crueldad de una cifra absoluta: ayer España alcanzó la cifra de 4.978.300 personas desempleadas. La cifra, a quien no sea español, no le dice gran cosa, casi cinco millones en el mejor de los casos. Seguramente otros países más grandes compartan un valor absoluto similar.
Me he tomado la molestia de bucear un ratito en los datos más actuales de población del instituto nacional de estadística. En España viven 40.847.371 personas de las cuales, 6.379.748 tienen menos de 16 años (edad mínima para trabajar) y 6.958.536 más de 65 (edad actual de jubilación). En consecuencia estarían en edad de trabajar, con matices pero estarían, 27.509.087, de los cuales un 13’10%, 3.603.690, nunca llegarán a trabajar (en su mayoría mujeres dedicadas al cuidado de sus hijos o de su hogar, pero también personas sin posibilidad de trabajo, desarraigados, marginados, enfermos congénitos). Quedan 23.905.396, de los cuales siguen estudiando hasta incorporarse al mercado laboral el 84% de los jóvenes de 16 años, el 75% de los de 17, el 64% de los de 18, 55% de los de 19 años, 49% de 20 años, 43% de 21 años, 36% de 22 años, 31% de 23 años, 25% de 24, 21% de 25, 15% de 26 años, 14% de 27 y el 13% de los de 28 y 29 años de edad. A partir de aquí consideramos ya que toda la población española se incorpora a la encuesta de población activa. Haciendo las correspondientes operaciones, resultaría una cifra de estudiantes con dedicación exclusiva de 3.057.562.
Es decir, 4.978.300 personas de las 20.847.834 que deben, quieren o necesitan trabajar, no pueden hacerlo hoy en España. En consecuencia, colocados en fila los españoles en edad y situación de trabajar para reclamar su correspondiente “derecho al trabajo” recogido en nuestra constitución (y teniendo en cuenta que las personas no se pueden “dividir” en fracciones de personas) resultaría que 1 de cada 4 españoles (ciudadanos y/o residentes), hoy en España, no puede hacerlo.
Mirad a vuestros vecinos, a la gente con la que os cruzáis por la calle, a las personas que esperan el autobús o el metro, a las que corren, a las que gritan, a las que el próximo 20 de noviembre vayan a votar y llegad a esta conclusión: una de cada cuatro, no tiene hoy en España, trabajo ni posibilidad física de trabajar.
No es extraño que América Latina ya no mire a la vieja Europa.
Por cierto, la interpretación de Jeremy Irons, el gran jefe del tinglao en Margin Call, es espeluznante por lo verídico del guion y la puesta en escena. El director explica así su película:
Creo que mucha gente se ha preguntado por qué conocía este sector de las finanzas si no había trabajado en él. Mi padre trabajó casi 40 años en Merrill Lynch así que estaba al corriente de ese mundo y, lo que es más importante, sabía muy bien qué cosas y qué personas les preocupaban más a las financieras.
Luis Cercós (LC-Architects)
Madrid – París – Buenos Aires, y cada vez más cerca de Buenos Aires.
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