sábado, 22 de octubre de 2011
seis acordes sobre los que levantar una carrera
Ayer, el poeta y cantante Leonard Cohen (Montreal, 1934) recibió el premio Príncipe de Asturias de las Letras. En sus improvisadas palabras de agradecimiento reconoció no saber de dónde viene la poesía:
Cuando estaba haciendo el equipaje en Los Ángeles me sentía inquieto porque siempre he tenido cierta ambigüedad sobre la poesía. Viene de un lugar que nadie controla, que nadie conquista. Es decir, si supiera de dónde vienen las canciones las haría con más frecuencia. Es difícil, por tanto, aceptar un premio por una actividad que en realidad no controlo.
Vivido como es, 77 años a su espalda, tiró metafóricamente contra las fronteras y contra el poder financiero. Casi sin levantar la voz, muy sutilmente, dejó una frase que a mí me parece incontestable, irrebatible:
Porque igual que un hombre no es un DNI (en España, documento nacional de identidad), una calificación de deuda tampoco es un país.
Pero lo más hermoso estaba todavía por llegar, su homenaje inesperado a un hombre que le enseñó los 6 acordes sobre los que Leonard Cohen dice haber edificado su obra:
Yo era un guitarrista indiferente. Solo me sabía unos cuantos acordes. Un día, a principios de los años 70, estaba de visita en casa de mi madre. Su casa estaba cerca de un parque con una pista de tenis donde íbamos a ver jugar al baloncesto. Era un lugar que conocía de mi infancia. Me paseé por allí y encontré a un joven tocando una guitarra flamenca. Me encantó, estaba rodeado de algunas chicas y me senté a escucharlo, me cautivaba, yo quería tocar así, aunque sabía que nunca lo lograría.
Me acerqué a él y nos entendimos medio en francés medio en inglés y pactamos unas clases en casa de mi madre. Era un joven español. Al día siguiente se presentó. Me dijo: “Déjame escucharte tocar algo”. Lo hice y declaró que no tenía ni idea. Él cogió la guitarra, la afinó, me la devolvió y dijo: “No suena mal. Ahora tócala de nuevo”. No cambió mucho. La cogió otra vez y me dijo: “Te voy a enseñar unos acordes”. Tocó una secuencia rápida y luego me explicó dónde tenía que poner los dedos. Me dijo otra vez: “Ahora toca”. Pero fue un desastre.
Al día siguiente, empezamos de nuevo con los seis acordes. Muchas canciones flamencas se basan en ellos. Al tercer día la cosa mejoró. Aprendí los seis acordes. Al cuarto día el guitarrista no volvió a casa. Dejó de venir. Como yo tenía el número de la pensión donde se alojaba fui a buscarlo para ver qué había pasado. Allí me contaron que aquel español se había suicidado. Yo no sabía nada de él.
Sentí una enorme tristeza. Nunca antes había contado esto en público. Esos seis acordes, esa pauta de sonido, ha sido la base de todas mis canciones.
Luis Cercós (LC-Architects)
París - Madrid - Buenos Aires
Cuando estaba haciendo el equipaje en Los Ángeles me sentía inquieto porque siempre he tenido cierta ambigüedad sobre la poesía. Viene de un lugar que nadie controla, que nadie conquista. Es decir, si supiera de dónde vienen las canciones las haría con más frecuencia. Es difícil, por tanto, aceptar un premio por una actividad que en realidad no controlo.
Vivido como es, 77 años a su espalda, tiró metafóricamente contra las fronteras y contra el poder financiero. Casi sin levantar la voz, muy sutilmente, dejó una frase que a mí me parece incontestable, irrebatible:
Porque igual que un hombre no es un DNI (en España, documento nacional de identidad), una calificación de deuda tampoco es un país.
Pero lo más hermoso estaba todavía por llegar, su homenaje inesperado a un hombre que le enseñó los 6 acordes sobre los que Leonard Cohen dice haber edificado su obra:
Yo era un guitarrista indiferente. Solo me sabía unos cuantos acordes. Un día, a principios de los años 70, estaba de visita en casa de mi madre. Su casa estaba cerca de un parque con una pista de tenis donde íbamos a ver jugar al baloncesto. Era un lugar que conocía de mi infancia. Me paseé por allí y encontré a un joven tocando una guitarra flamenca. Me encantó, estaba rodeado de algunas chicas y me senté a escucharlo, me cautivaba, yo quería tocar así, aunque sabía que nunca lo lograría.
Me acerqué a él y nos entendimos medio en francés medio en inglés y pactamos unas clases en casa de mi madre. Era un joven español. Al día siguiente se presentó. Me dijo: “Déjame escucharte tocar algo”. Lo hice y declaró que no tenía ni idea. Él cogió la guitarra, la afinó, me la devolvió y dijo: “No suena mal. Ahora tócala de nuevo”. No cambió mucho. La cogió otra vez y me dijo: “Te voy a enseñar unos acordes”. Tocó una secuencia rápida y luego me explicó dónde tenía que poner los dedos. Me dijo otra vez: “Ahora toca”. Pero fue un desastre.
Al día siguiente, empezamos de nuevo con los seis acordes. Muchas canciones flamencas se basan en ellos. Al tercer día la cosa mejoró. Aprendí los seis acordes. Al cuarto día el guitarrista no volvió a casa. Dejó de venir. Como yo tenía el número de la pensión donde se alojaba fui a buscarlo para ver qué había pasado. Allí me contaron que aquel español se había suicidado. Yo no sabía nada de él.
Sentí una enorme tristeza. Nunca antes había contado esto en público. Esos seis acordes, esa pauta de sonido, ha sido la base de todas mis canciones.
Luis Cercós (LC-Architects)
París - Madrid - Buenos Aires
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario